lunes, 7 de noviembre de 2011

Se que te desespero, que me odias y me vuelves a querer y así se tambalea tu estabilidad mental. Que siempre la cago, que hago cosas que te molestan y alteran, que soy poco cariñosa cuando quizás más lo necesitas, que tengo un espíritu libre que me recorre todas las venas y me provoca impulsos satisfactorios para mi pero hirientes para ti.
Pero frena, relaja y sigue leyendo. A mediados de los noventa no sabía ni escribir, ni caminar ni tocar la guitarra. Ahora escribo e incluso a veces se lee ‘coherente’ o eso intento. También camino y me dejo caer por antros de mala muerte o por maravillas patrimonio de la humanidad, que no dejan de ser antros pero son especiales para mí Eso si, sigo sin saber tocar la guitarra. Y tampoco sabia querer, me daban besos y los rechazaba, me decían que me querían y yo sonreía o ni siquiera contestaba, porque no sabía… y tarde casi dos décadas en aprender el arte de querer a alguien. Y tú me has enseñado. No por eso seré mejor persona ni te darán una medalla al trabajo y esfuerzo al desarrollo humano y mucho menso un premio Nobel. Pero tal y como está esta sociedad, que por cinco de los grandes la más fina le abre sus piernas al Magnate y por la misma cantidad en otra parte del mundo alguien le revienta la cabeza a otro por encargo… Es bastante. Y no necesito demostrar este arte a 100.000 hombres. Me basta con aprobar con notable mínimo contigo.

No es una declaración de amor, o al menos eso pretendía. Es un suave grito directo a tu corazón que en resumidas cuentas dice ‘Quiéreme sin juzgarme’. Y si tú respondes a este grito estaría encantada de que me reventaras el tímpano. No creo que necesite escuchar después cuando se trata de amar. Que eso no se controla, viene, te corroe y como dijo Winehouse es como una enfermedad que te atrapa hasta la eternidad.

1 comentario: